postal superficial: Lisboa.
Aquí siempre se camina mirando al pavimento, o cuesta arriba, o cuesta abajo. Es curioso que sea una de las ciudades con uno de los pavimentos peores del mundo. Lisboa llora, pero no te hace llorar. Te gusta recorrerla de la misma forma que te gusta consolar a alguien. Porque Lisboa llora sonriendo, ojos tristes, sonrisa inteligente. Paseas, lentamente, frenado por la humedad de las calles. Calles sucias que huelen a limpio, dónde solo amanece o atardece, dónde todo el mundo es mayor, es muy mayor, hasta las adolescentes. Lisboa es demasiado mayor para cambiar, te da cariño y te sonríe aunque no sea feliz. Amo Lisboa porque cuando estoy aquí es como si estuviera en casa de mi abuela, estoy bien, estoy tranquilo, estoy feliz… L.I.B. Enero 2008